Los incunables iluminados de la Biblioteca Casanatense

de Maria Francesca Migliori

vol inc 285

La Dra. M. Francesca Migliori realizó un servicio de voluntariado en la Biblioteca durante un largo período, durante el cual llevó a cabo el estudio de los incunables miniados, objeto de su tesis en la Escuela Vaticana de Biblioteconomía (A.A. 2012-2013), catalogándolos y redactando un catálogo bibliográfico con la metodología que se describe a continuación.

de la Introducción

Mi interés por la incunabulística y por todo lo relacionado con el libro antiguo en todos sus múltiples aspectos nace gracias a la adquisición de las reglas y técnicas de catalogación del libro antiguo, que tuve la oportunidad de aprender prácticamente y profundizar en la Biblioteca Casanatense de Roma, y gracias al estudio teórico adquirido durante la preparación del examen de Bibliología para la Escuela Vaticana de Biblioteconomía […] La elección de los «miniados» dentro del fondo de los incunables casanatenses fue motivada por mi profundo interés por las artes visuales, los colores, las técnicas, la historia del arte y la educación en la belleza: por esta razón, consideré oportuno incluir en el estudio dos de las más bellas reproducciones fotográficas de estas obras, como el incipit del Quintiliano (Vol Inc 285) con elegantes elementos vegetales y florales que enmarcan toda la página, y el incipit de la Divina Comedia (Vol Inc 730), donde el marco del texto está representado por una compleja y policromada estructura arquitectónica, que se cierra con la escena del encuentro entre Dante y Virgilio.

Como se puede ver en este pequeño estudio bibliográfico, la Biblioteca Casanatense cuenta con obras excepcionales, realizadas por los más famosos prototipógrafos alemanes como: Sweynheym y Pannartz, Ulrich Han, y por los más conocidos prototipógrafos italianos y franceses como: Andrea Torresano y Nicolas Jenson. Además, se encuentran escritores célebres de la literatura clásica como: Aristóteles, Luciano, Teofrasto, Cicerón, Quintiliano, Marcial, de la literatura cristiana testimoniada por las obras de Lactancio, San Agustín, San Jerónimo, Santo Tomás, hasta los grandes de la literatura italiana: Dante, Petrarca, Boccaccio, y los humanistas y varias ediciones de la Biblia en latín […]

Este trabajo se divide en cuatro secciones: a) parte introductoria sobre el nacimiento de la imprenta, nociones sobre la miniatura y noticias sobre el fondo de incunables casanatenses; b) cuerpo central compuesto por el catálogo bibliográfico de los incunables miniados, citados en orden cronológico; c) bibliografía dividida en: obras generales (enciclopedias y manuales), obras generales (repertorios), obras particulares (artículos y monografías), repertorios en línea; d) índice alfabético de los autores de los incunables y de las obras anónimas.

Para la elaboración del catálogo bibliográfico-cronológico, utilicé como base el Incunabula Short Title Catalogue (ISTC) de la British Library, incluyendo solo el título de la obra principal contenida en el volumen y sintetizando las posibles otras obras del mismo autor con la expresión latina et alia, entre corchetes; luego utilicé las expresiones et alius y et alii para referirme a otros posibles autores. Transcribí el nombre del responsable de la obra según las indicaciones de las Regole Italiane di Catalogazione (REICAT) y del Servizio Bibliotecario Nazionale (SBN), eliminando, cuando estaban presentes, fechas de nacimiento y muerte para ofrecer al catálogo un enfoque más bibliográfico; también seguí estas indicaciones para la cita de traductores, colocando su nombre entre corchetes. En cuanto a las notas tipográficas, me ceñí perfectamente a las expresiones utilizadas en el catálogo ISTC. En lo que respecta al parámetro cronológico de citación, en el caso de que las obras producidas en el mismo año presentaran únicamente esta información de datación, las ordené en base a la sucesión alfabética, colocándolas antes que las que tenían información cronológica completa. En el caso de que hubiera una fecha atribuida a dos años consecutivos, consideré oportuno colocar la cita bibliográfica como si careciera de la indicación del día.
Al final de cada ficha individual se indican, como referencia bibliográfica, los números identificativos del ISTC y del IGI, y, en presencia de dos ejemplares de la misma obra, las ubicaciones se disponen una debajo de la otra; para las obras en partes distribuidas en varios volúmenes, las ubicaciones se señalan una al lado de la otra con la indicación de la parte.
Para la compilación de la bibliografía me inspiré en las reglas de la Associazione Italiana Biblioteche (AIB), transcribiendo el apellido del autor en mayúsculas, pero indicando su nombre abreviado, y el título de la obra en cursiva, seguido de: lugar de publicación, editor, fecha, posible número de volúmenes y serie a la que pertenece.
En el caso de extractos de revistas, cité el título de la revista entre comillas, luego el número del volumen, el año entre paréntesis y las páginas; para la cita de ensayos extraídos de monografías, después del autor y el título del ensayo, indiqué el título de la monografía en cursiva, seguido de la expresión «a cura de»; para las contribuciones extraídas de enciclopedias, después del título de la enciclopedia en cursiva, siguen el volumen, el lugar de publicación, el editor, el año, las páginas. […]
Biblioteca Apostólica Vaticana – Escuela Vaticana de Biblioteconomía
Relatora: Prof. Raffaella Vincenti – Año Académico 2012-2013

Para saber más: el fondo de incunabula de la Biblioteca Casanatense de Marina Panetta

«Colección egregia y quizás única…» (p. T. Masetti)

vol inc 118

Nacido – como todos los fondos históricos – de la progresiva y secular estratificación de adquisiciones y donaciones en torno a un legado original, constituido, en este caso, por la biblioteca familiar del cardenal Girolamo Casanate, el rico fondo incunabulístico de la biblioteca que él fundó en Roma, bien representa, en su variada complejidad, el universo disciplinario subyacente a la erudición de finales del siglo XVII y luego del siglo XVIII, y, más en general, la actitud asumida por la bibliofilia institucional en épocas más cercanas a la nuestra, hacia las ediciones del siglo XV. Estas, entendidas como la expresión más noble del libro antiguo impreso desde que Cornelius van Beughem acuñó para su famoso repertorio (Ámsterdam, 1680) la afortunada denominación de incunabula, han sido objeto, junto a las reliquias manuscritas, de una erudición puntual y casi venerada. (Baste decir que la legislación en materia de protección hasta 1939 colocaba a los manuscritos y las rarezas bibliográficas al mismo nivel que los tesoros artísticos). Las ediciones del siglo XV fueron consideradas desde el principio, y con razón, como medio y soporte de una de las principales revoluciones culturales que ha atravesado la civilización occidental, mientras que el análisis de las evoluciones técnicas, tipológicas y tipográficas de estas reliquias (entendidas como objetos manufacturados) conducía a estudios destinados a un mejor conocimiento de la historia del arte tipográfico y, en general, del libro antiguo. El incunable, por lo tanto, como objeto de estudio no menos que de celoso coleccionismo: esta es la línea que une las diversas etapas de la formación del Fondo casanatense, ejemplar en su género incluso frente a colecciones numéricamente más grandes, de donde proviene el elogio que le hizo a finales del siglo pasado el padre Pio Tommaso Masetti en la historia del instituto, y que se ha querido colocar en ex-ergo.

Una conciencia particular de la especificidad de las ediciones del siglo XV dentro de las diversas colecciones que se iban organizando se puede vislumbrar en la conducta de los prefectos y bibliotecarios dominicos que gestionaron la Casanatense desde su fundación hasta su definitivo paso al número de bibliotecas públicas del recién nacido Estado italiano. Mientras que son escasas y oscuras las noticias sobre la consistencia efectiva de los incunables en el legado Casanate, debemos a la acritud de los bibliotecarios dominicos numerosas noticias sobre la adquisición y procedencia, la ubicación y la conservación en el instituto de los numerosos incunables que ingresaron individualmente o en grupos durante los siglos XVIII y XIX. Es conocido, además, que fueron sobre todo las adquisiciones del siglo XVIII (la edad de oro de la Casanatense) las que hicieron del fondo la «colección egregia y quizás única» de la que habla Masetti, sin duda una de las más destacadas de la capital, que contaba con no pocas de gran prestigio, como las de la Vaticana, la Angelica, la Vallicelliana, la Corsiniana, el Colegio Romano, la Sapienza, la Aracaeli, S. Maria del Popolo, S. Maria della Pace.

En las Memorias históricas del padre Masetti, leemos cómo las ediciones del siglo XV, originalmente dispersas en el gran «vaso» fontaniano del Salón, junto con el resto del patrimonio bibliográfico (donde a los alrededor de 20.000 libros de la herencia casanatense se les iban sumando las adquisiciones del siglo XVIII) fueron reservadas posteriormente para la primera de las habitaciones que preceden al Salón y dan a la vía de S. Ignacio, por lo que hasta 1860 la Casanatense pagaba el alquiler al cercano convento de la Minerva. Esta operación se debe al padre Giacomo Magno (prefecto desde 1798 hasta 1840), quien, tras recopilar y organizar el valioso mobiliario de la mencionada habitación, llamada «Cámara de los Cuatrocentistas», describió los incunables en un repertorio de tres volúmenes, que sigue el orden cronológico de las ediciones. Esto le costó veinte años de trabajo (desde 1800 hasta 1820) y quedó inédito, pero fue tan apreciado por los estudiosos que estuvo a punto de ser publicado a expensas de un plagiario.

vol inc 735

La siguiente etapa de los incunables fue el actual depósito blindado: la transferencia, ciertamente motivada por razones de protección, se sitúa durante la dirección de Ignazio Giorgi (1893-1923): el fondo aparece de hecho en su ubicación actual en la descripción de la Casanatense en 1898, realizada por el propio Giorgi y publicada en 1900. Pero si el padre Magno destacaba en los campos puramente técnicos de la conservación y catalogación de los incunables, fueron las fuertes personalidades de los dos grandes prefectos del siglo XVIII, Gian Domenico Agnani (1743-1746) y, más aún, Giovanni Battista Audiffredi (1759-1794), quienes dieron al fondo su consistencia y su inconfundible impronta disciplinaria y anticuaria. El primero se ocupaba, junto con la búsqueda de manuscritos para comprar en Italia y en el extranjero, también de los incunables, con especial atención a las Biblias, de las cuales lograba formar una considerable colección, que también se extendía a los siglos posteriores, mientras que el segundo, al fortalecer el fondo ya consolidado, aprovechaba las contingencias políticas para provocar donaciones masivas, como las de los Canónigos Regulares de S. Maria della Pace (1781) y de los Menores Observantes de Viterbo (1784).

Al padre Audiffredi también le debemos dos prestigiosos e insuperables repertorios de incunables, que se pueden considerar catálogos especiales ante-litteram. Estos son el Catalogus historico-criticus Romanarum editionum saeculi XV (Roma, Pagliarini, 1794) y el Specimen historico-criticum editionum italicarum saeculi XVIII (Roma, Pagliarini, 1794). El primero está introducido por una carta dedicatória de Marco Pagliarini a Pío VI, donde se presenta la obra erudita de Audiffredi en el contexto del mecenazgo ilustrado y la protección brindada por el pontífice a los estudios clásicos: en su prefacio, Audiffredi expone las dificultades encontradas que hicieron que su trabajo fuera más lento de lo previsto. Luego explica el método adoptado, los signos convencionales utilizados, los criterios de datación, los utilizados para la determinación del lugar de impresión o del tipógrafo cuando no están indicados, los utilizados para definir los formatos, etc. Las ediciones están ordenadas cronológicamente. El segundo se abre con una carta dedicatória de Mariano de Romanis a Tommaso Corsini, y, después de un elogio de la Biblioteca Corsiniana, se lee una breve biografía de Audiffredi, quien había muerto recientemente, mientras meditaba la continuación de su trabajo. Las ediciones repertoriadas están agrupadas por ciudades, y ordenadas cronológicamente dentro de cada área: las ciudades están ordenadas alfabéticamente desde Jesi (Aesium) hasta Génova (Janua). De Romanis atribuye a Audiffredi la intención de haber querido demostrar la superioridad italiana en el ámbito europeo en el sector del arte tipográfico del primer siglo de la imprenta.
Importantes trabajos de catalogación de los incunables casanatenses se llevaron a cabo entre las dos guerras durante las direcciones de Ignazio Giorgi y de Luigi De Gregori, a quien se debe la excelente revisión de las ediciones romanas realizada con el catálogo de la exposición de 1933, mientras que más recientemente se realizó un censo general en el marco de los trabajos del Índice General de Incunables.
Aunque no es fácil, en definitiva, entrar en detalles cuando se trata de un fondo que, a pesar de su relativa modestia en tamaño (2043 piezas inventariadas), contiene testimonios heterogéneos por tipología, contenido, origen y procedencia, se intentará dar cuenta de ello mencionando aquí los grupos y ejemplares más significativos. Recordaremos así una Biblia en dos volúmenes, impresa por Gutenberg, quizás en Maguncia, en 1462; un Lactancio sublacense de 1465, el De civitate Dei de San Agustín y las Cartas de San Jerónimo, ambas impresas en Roma por Sweinheim y Pannartz en 1467 y 1468 respectivamente; el Catholicon de Giovanni Balbi, impreso en Maguncia en 1460; dos espléndidas ediciones dantescas, la primera impresa en Venecia por Vindelino da Spira en 1477 y la otra, con el comentario de Cristóforo Landino, impresa en Brescia en 1487.

vol inc 1117

También es significativa la presencia de primeras ediciones y de ejemplares únicos, como las Horae Beatae Mariae Virginis (París, Piguchet-Vostre, 1497), el Breviarium Romanum (Venecia, Evangelista da S. Severino, 1482), el Hortus Sanitatis de Vérard (París, [1499]), la Pratica de Valascus de Tarenta (Lyon, Trechsel, 1490), la Legenda Aurea de Jacobus de Voragine (Nuremberg, Koberger, 1482), el Doctrinale de Alexander de Villa Dei (Módena, Vurster, c. 1475).

Es interesante notar también cómo muchos ejemplares únicos pertenecen a la tipología del librito popular («placchettes»), de la cual se posee una verdadera colección, proveniente de la librería de Giuliano Dati y de la de un anónimo trovador del siglo XV: son ejemplos de ello la Calculación de los eclipses del mismo Giuliano Dati (Roma, Besicken y Mayr, 1493), Los siete dolores que da el amor (Florencia, Bartolomeo de’ Libri, c. 1500), los Versos de amor de Tebaldeo (|Roma, Besicken, c. 1500]).
Sólo un análisis detallado de los contenidos, hasta ahora nunca intentado, podría permitir reconstruir con precisión el espectro disciplinario cubierto por las ediciones del siglo XV del fondo casanatense. En el estado actual del conocimiento, sin embargo, nos sentimos en condiciones de hipotetizar que este – abarcando desde la Biblia hasta la teología y el derecho canónico, desde los clásicos griegos y latinos hasta las literaturas modernas, desde la filosofía hasta las ciencias y pseudo-ciencias – coincide casi perfectamente con lo que conocemos del universo cultural del segundo Quattrocento, de la época, es decir, en que los volúmenes impresos difundieron en Europa la antigua y la nueva cultura, entregada a los textos sobre los que durante siglos continuó fundamentándose la civilización occidental.

(El fondo de incunabula de Marina Panetta en La Biblioteca Casanatense, Florencia, Nardini, 1993)